TREINTA Y SIETE: DOMINGO A LA MADRUGADA. ES LA PRIMERA VEZ QUE SE DESPIERTA TAN TEMPRANO. SE DA CUENTA DE QUE ESTÁ CUMPLIENDO UNA SEMANA. QUIERE DORMIR CON LA MUDA
Recién
empieza a haber luz, creo que es la primera vez que me despierto tan temprano
porque nunca la había visto dormir de esta manera. Si habitualmente es
inaccesible, en plena madrugada es totalmente inalcanzable. Se revuelve y hace
gestos como si se estuviera defendiendo. ¿Peleará en sueños con sus hermanos
ositos por el calor de mamá osa, de mamá loba? Durmiendo así parece más muda y
más extraña.
Mi primer despertar fue un domingo al mediodía y no sabía nada.
Hoy, casi una semana después, sé muchas cosas. Me pongo las pantuflas y,
aun-que no son la maravilla, son algo, son un principio de humanidad y rutina:
son las que me llevarán de vuelta al mundo. Si hoy es domingo otra vez, el lado
de afuera va a estar vacío, feriado. No van a estar los trabajadores del metal
ni las señoritas de la limpieza ni las cocineras. Es un buen día para salir a
ver. Es un buen día para empezar, todo puede comenzar hoy. Si pasó una semana y
no recuerdo es posible que no recuerde nunca, pero igual ya soy alguien y me
siento completo.
Lo primero que voy a buscar al cruzar esa puerta es un espejo. La
cara que me devuelva será la mía. Definitivamente. Soy Darcy el compañero de la
muda. Soy el que toma mates con el tipo del termo. Soy el que se despierta en
una cama de hospital.
Para ir a ella una vez más necesito acomodarla, me acuesto a su
lado y pego todo mi cuerpo al suyo: quiero dormir así cada noche. Tal vez lo
único que necesitamos es dormir así cada noche. No voy a tener acceso a sus
recuerdos ni a la fuente de su miedo, tampoco va a ser ella la que abra
el camino de regreso a mi memoria. Solo estaremos así, en el silencio y la
oscuridad dejando que el tiempo se ocupe de nosotros y cuando nos despertemos
nos veremos la cara por primera vez en el día sin necesidad de perder el
recuerdo de la del día anterior. Y algo será completo, redondo en esa primer
mirada de cada mañana.
Y seremos capaces de intuir y decidir, pero nunca vamos a saber
exactamente qué va a pasar al día siguiente.
INFINITA BABEL
La torre iría a ser alta y ancha, con las medidas adecuadas de una
torre. Hacia arriba y hacia abajo lo justo. Lo necesario. Cuando se dieron
cuenta de que no era la realidad del tamaño lo que iba a engrandecerla, los
ingenieros supieron que lo importante era la proporción, la cantidad de
conexiones.
Cada ladrillo tenía tres esquinas: irían a edificar la torre con
un modelo triangular, que era el que daba el sinnúmero de posibilidades. Cada
palabra tenía tres esquinas y cada esquina se tocaba con otras dos, es decir
que una palabra valía tres por seis. Es por eso que “casa”, en su parte más
alta era vecina de “cielo” y era vecina de “lluvia”, y en su parte derecha se
tocaba con “río” y también con “camino”.
Los ladrillos eran intercambiables y, por su sistema bien
proporcionado, nada corría peligro si se modificaba de a poco.
Cumpliendo algunas reglas, las posibilidades de la torre serían
infinitas.
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