TREINTA Y CINCO: SÁBADO A LA TARDE. COMEN SOBRE LA CAMA DE LA MUDA. DEMORA TODO LO QUE PUEDE EL MOMENTO DE ABRIR LA BOLSA VERDE.


Me despierta el ruido. Se oye clarísimo, son lijadoras, pulidoras, algo de eso. Todo lo que escucho es piedra y metal, metal y cemento. Estuve dormido sobre el vientre de la muda, ella está relajada otra vez pero se tira rítmicamente de las orejas, un tironcito a cada lóbulo, algo mínimo para no perder la costumbre, creo. Todo lo que tengo que hacer es abrir la bolsa verde: ahí estarán mis zapatos, mi pasaporte al otro lado. Sigue siendo sábado pero la luz de la ventana es cada vez más débil. Todavía tengo miedo, el sonido de las voces va bajando a medida que sube la oscuridad exterior. No quiero apurarme, primero quiero comer. No alcanzo a darme cuenta si estoy aplazando el momento de salir por temor a lo que haya del otro lado o simplemente por demorar esta pequeña familia que hacemos ella y yo, este matrimonio silencioso de apenas una semana. Igual que mi vida. Mi vida esta, la que tiene ni siquiera una semana.

Organizo un picnic sobre su cama. 

—Mirá que rico... nos dejó sándwiches.

Es la primera vez que le hablo ¿por qué no lo habré hecho antes? Igual no sirve: se hace la sorda o la desentendida. Le doy dos a ella y yo me quedo con otros dos. El resto lo guardo para más tarde. Ella se los come apurada, como si le quemaran en las manos. Traga haciendo ruido, casi sin masticar, parece hacerle daño todo lo que viene de Hughes. Le paso la botella y se toma como medio litro de un solo trago, está más linda y más salvaje que nunca. Me la imagino como esos niños criados por lobos o por osos: la muda de la selva, mi compañera.

Yo como con lentitud, es verdad que son buenos los sándwiches, lástima que no los traiga la señorita del carro y las bandejas.

Cuando no se ve nada afuera y no se oye ni un paso a la distancia, recién entonces decido abrir la bolsa. Son pantuflas. Algo decepcionante: pantuflas de viejo o de enfermo. De viejo enfermo. De inútil.

Si mañana tampoco viniera nadie: ¿Cómo voy a hacer para salir a buscar su comida con tan poca cosa en los pies? ¿Qué clase de hombre consigue el alimento de su familia en pantuflas? Siento que retrocedo a la nada, que retrocedo todas las horas que tiene una semana. Quiero llorar y quiero vomitar espuma.

Vuelvo a su vientre, a su consuelo extraño.

 

CAÍDA

Humpty Dumpty era un huevo bastante imbécil

caminaba por la cornisa.

como un ciego feliz se tiró donde los guardias

por demostrar que el calcio es duro quiebra, él

no pudo

esperar a ser lo que sería un pollo

frágil, un animal

al fin y al cabo un animal con alas.


Comentarios