DIECIOCHO: 5 DE ABRIL. DETIENE UN MOMENTO LA ESCRITURA DE SU DIARIO Y PIENSA. NECESITA ENTENDER EL TIEMPO Y SU SIGNIFICADO. QUIERE CERTEZAS. SIGUE ESPERANDO.
Sigo
en Arica escribiendo. ¿Qué hago en Arica escribiendo?
Pasó el dos, la Candelaria. Pasó el cinco, mi aniversario. Pasó
Febrero y pasó Marzo y las fechas significativas no me revelan nada.
¿Este será mi viaje de un año? ¿Debo cumplir un año viajando antes
de volver? Apenas llevo dos meses y pasaron tantas cosas.
Las revelaciones no están en las fechas ni en los laboratorios.
Con dolor tengo que entender esto, las revelaciones no son un instante: al poco
tiempo de ser descubiertas cambian de signo, cambia lo que veo constantemente.
Todo sigue una línea recta, todo va hacia algo, aunque ese
algo cambie de color y de tamaño cada vez. Va, es cierto, hacia un final
desconocido.
Quisiera ser mi abuela, tener el mundo ordenado en cuatro
conceptos claves y desde ahí sembrar, matar conejos, juntar huevos. Cuatro
lógicas claves: alimentar y alimentarse; descansar y trabajar; tener hijos y
bautizar-los; rendir culto a Dios y a las tres cosas anteriores.
Desde ese código desplegar un mapa pequeño como un plano: la
estación, la cuadra, la panadería, el portón, dos pasillos con frutales al
costado, higueras al fondo, gallinero, huerto y más atrás un sector inculto de
caña tacuara.
En ese mundo establecerse y no dudar.
No es que haya habido grandes beneficios para su familia con esa
política de vida, pero ya es bastante meritorio que haya podido, por ochenta y
siete años, robustecerse y engordar a tres generaciones de los suyos.
Ya es Abril y sigo en Arica esperándola. Si ella no viene, al
menos, enviará noticias. Acá me voy a quedar hasta saber algo.
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