CINCO: LUNES A LA MAÑANA. RECUERDA MÁS FRASES. MIENTRAS PIENSA ENTRA UN HOMBRE JOVEN VESTIDO CON UN GUARDAPOLVO VERDE. TRAE UN TERMO BAJO LA AXILA.
Me despierto,
no encuentro el momento en que me quedé dormido. No puedo encontrar el punto en
el que se detuvo la conciencia.
La muda también está despierta. Creo que ella recuerda, que tuvo
una vida y la deshilvana con pasión chocándose las palmas.
Me rasco la cabeza, no en el lugar que sangra, más arriba. Me
rasco la cabeza y encuentro otro retazo: la imagen de otra mano que se rasca
así, así exactamente, con algunas manchas en la piel. Como la mía, abre
senderos por su cuero cabelludo.
Mi reino por unos mates. Escucho
esa frase junto a la imagen, nítida, como si la estuvieran diciendo
al lado mío, alguien suspira: mi reino por unos mates.
Me acomodo en la almohada y pienso: Che muda, poné la
pava, hacete unos amargos. Pienso: Che muda, pero
no digo nada, como si la incapacidad para hablar fuera mía. Vuelvo
a mi gesto automático, parece irrevocable, parece tan verdaderamente heredado:
podría ser de mi padre, podría ser de mi abuelo: lo importante es que el gesto
de esa mano se repite en la mía. Intento hacerlo de vuelta pero ahora es un
movimiento pensado. Estoy perdido otra vez.
No sé qué hacer, creo que me dije esto treinta veces. El dolor de
estómago ahora es peor, me hace fijar la mirada en la puerta, como si mirándola
fuera a conseguir que me escuchen. Tienen que traer algo, mi hambre es tan
fuerte que hasta las baldosas podrían darse cuenta. Funciona: de pronto entra
un hombre con un guardapolvo verde y un termo bajo la axila. Viene hacia acá,
sus zapatillas avanzan pero no transmiten nada: Che muda pienso
sintiéndome sordo, porque lo que percibo es sólo su movimiento, el guardapolvo
verde que se acerca ondeando directamente hacia mí, que se sienta en la cama y
comienza a hablar:
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Recuerdo
a las sirenas: soy como el héroe que se tapó con cera para cruzar al otro lado.
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
No
puedo ni leerle los labios, le toco la pierna para explicarle que no lo escucho
y es como si hubiese girado una perilla de volumen:
—Bueno,
esa es tu situación, mañana vengo a verte. Te dejo el mate, no traje azúcar
pero más tarde les traerán la cena.
¿Mi
situación? No es cómica, es redundante: una línea de mudas apoyando el
silencio.
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