El relato fue corto e intenté que me dejara una enseñanza. Después hice lo que deseaba: saqué mi cabeza de su vientre. Me quedé pegado a su espalda, cerré bien los ojos y sentí el olor que tenía la nuca, el nacimiento de su pelo.
Acá estoy ahora, abrazado a su cuerpo. Ella parece dormir feliz si es que duerme. Es blanda y bella. Tengo hambre, están los dos sándwiches que guardé de Hughes/Yeims, pero no tenemos nada para tomar. Vendrían bien sus mates.
Debe ser mediodía por la luz. Mediodía como la primera vez que abrí los ojos acá. Todavía me tranquiliza el tiempo circular. Me levanto despacio para no despertarla y escucho la puerta: imprescindible y seguro llega con su paso de pingüino y el termo bajo el brazo, Bautista y sus amargos.
—¿Qué hacías ahí, che? Tené cuidado con Marlene... Mirá que no es una chica fácil.
—No estaba haciendo nada. Hola Hughes, Yeims.
—¿Y?
—¿Y qué? Ah, gracias, mirá, las tengo puestas, me quedaron bien. De verdad, muchas gracias.
—Si veo, pero te decía de los sánguches: ¿qué tal?
—Muy bien, muy ricos, acá tengo dos que guardé, tenía miedo de que no venga nadie a traernos comida. La verdad sos el único que se ocupa, te agradezco.
—Y sí... Mis motivos tendré, che. ¿Sabés que hoy tampoco va a venir nadie? Ya averigüé. Recién mañana se reincorpora la gente, bah, las dos que tienen asignadas para ustedes, hasta que esto abra. El médico capaz vuelva el lunes también, a pegarte una revisada.
Lo noto raro, mira mucho a la muda, más que antes, o tal vez antes también lo hacía y yo no me daba cuenta. Ella sigue de espaldas como si no lo hubiera notado, pero veo que mueve los pies, se los frota uno contra otro y parece como si quisiera dañarse los tobillos.
—Mirá, Darcy, acá les traje más cosas para hoy, no me digás que no soy un fenómeno... El termo tiene té esta vez, no traje mate porque a ella no le gusta, pero te lo dejo, así pueden tomarlo de acá, de la tapa ésta. Ya tiene azúcar. También les traje galletitas de miel, que son las que come y más sán-guches. Que se le va a hacer... no me da el presupuesto para mucho más. Agua podés sacar del baño, pueden tomar de acá, de la tapa ésta. Ahora que tenés algo en los pies no me digás que no te vas a animar a ir hasta el baño. Si está de lo más limpito, che. ¡No lo usa nadie!
—¿Por donde está?
—Ahí nomás... al fondo a la derecha como dicen...
—Bueno, la verdad muchas gracias otra vez, lástima que no trajiste el mate, no sabés cómo me gustan los tuyos. ¿Entonces mañana viene un médico? Bien... Yo no me acuerdo de nada pero ya me siento bien.
—Eso es bueno, che, eso es importante. Bueno Darcito, yo me voy des-pidiendo...Un gusto, la verdad.
Lo veo levantarse indeciso, es la primera vez que lo veo indeciso o tal vez tampoco antes me había dado cuenta de eso. Va hasta la puerta y vuelve. Mira a la muda y se le acerca dando pasos casi de costado. Apoya la mano en su hombro. Apenas, muy muy suave, pero ella se cierra: se pone otra vez como un huevo, se agarra las rodillas fuerte y se balancea desesperada. Él saca la mano enseguida y me mira con vergüenza. Me hace un gesto como de disculpas, o como de culpable y se va. Cierra la puerta y es la primera vez que queda del todo cerrada.
Ella también queda cerrada y parece convulsiva. Me acerco y le acaricio el pelo. Pasamos así un buen rato hasta que de pronto se afloja y me abraza.
Me abraza y llora.
Llora con fuerza, llora como nunca. Hace ruido.
Su llanto hace ruido: se lamenta con sonidos.
Se cuelga de mi cuello y aprieta fuerte, me moja el hombro con sus lágrimas. Yo creo que con el tiempo va a aprender a hablar.
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