CUARENTA: 20 DE MARZO EN AREQUIPA, DECIDEN LO QUE TIENEN QUE HACER. 5 DE ABRIL EN ARICA, FIN DE LA HISTORIA.
Esa noche comimos las papas a la Huancaína, hablamos, ella bailó un rato y miramos las fotos.
Nos quedamos dormidas en la misma cama y otra vez la sentí como una hija, una hermana, una amante, una amiga. Con Selene los límites perdían sentido. La abracé intentando protegerla de lo que yo no entendía.
Claro que no pude protegerla, pero al menos algo terminó de madurar en el interior de cada una esa noche. A la mañana hice la mochila y le saqué la última foto. Una de cuerpo entera, vestida para bailar y con sombrero de soltera. Estaba bellísima, los ojos parecían ponérsele cada vez más amarillos y más grandes.
—Tú vuelve a Arica, Marina. Allí arregla las cuentas que tienes pen-dientes con tu corazón. Pongamos una fecha ¿quieres?
—Una fecha para qué.
—Para encontrarnos o no.
—No entiendo, cómo sería eso.
—Marina, tú sabes que hoy es un día importante para mí. Tú no debes estar acá. Yo sí debo, es día de decidir las cosas. Espérame un tiempo. Pongamos una fecha y si yo llego es porque decidí ir contigo a Buenos Aires.
—¿Y si no venís?
—Quiere decir que siempre te voy a recordar, Marina, y que tal vez más adelante te busque, o tú me busques a mí, ¿quién sabe? Tu vuelve, empieza, continúa, no sé, lo que quieras. Haz una familia.
Ya pasó todo el tiempo que nos dimos: sigo en Arica y Selene no vino. Tengo el pasaje a Santiago y de ahí en tren a Osorno: quiero volver sobre las huellas que dejaron mis pies hace diez años. Cerrar de verdad el circuito.
Voy a pasar por el hospital a ver cómo está él. A despedirme cómo debí haberlo hecho en su momento.
Después iré a Buenos Aires a reencontrarme con mi madre. Después no se.
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